Señor Vargas Llosa he decidido escribir esta suerte de carta como forma de sacarme los piojos de encima, como decimos por acá, o despiojarme si usted quiere. Desde ya que no albergo la esperanza de que la misma llegue a sus manos, pero si por esas cosas del destino eso pasara, comienzo por aclararle, con total honestidad, desde dónde me dirijo para que vea usted la absoluta arbitrariedad y tendenciosidad de cada una de mis palabras. En principio, quiero decirle que quien escribe la presente es, desde hace más veinte años, un tenaz y orgulloso, militante peronista; seguidamente debo confesarle que también he sido, de joven, lector de parte de su obra, a la literaria me refiero, porque a decir verdad no conozco otra. Ambas circunstancias me motivaron aventurar este conjunto de reflexiones acerca de usted, los intelectuales, la literatura y la política de nuestro tiempo, y esto especialmente relacionado con el peronismo. Por lo cual, mire, hasta le agradezco los exabruptos que ha proferido contra nuestra identidad, porque nos inspira y nos motiva a pensar quienes en verdad somos y por qué les causa tanta indignación nuestra sola existencia. Porque de eso se trata, si ustedes pudieran, nos exterminarían a todos y a cada uno. De paso le recuerdo que como la vida no es literatura, esto se pretendió hacer efectivamente, cuando se bombardeó la plaza, se fusiló a mansalva, se proscribió (del latín proscribêre, echar a uno de su patria) por diez y ocho años, se nos secuestró, se nos asesinó, se nos desapareció. O sea, bien concretito es el tema, si ustedes pudieran, nos exterminarían a todos y a cada uno.
Y uno se pregunta, ¿qué hemos hecho de malo los peronistas como para ser objeto de semejante odio? A ver, repasemos por ejemplo, el sentido de nuestras tres banderas históricas, uno de los motivos de nuestras largas luchas, la justicia social, ¿a usted le queda alguna duda de que este mundo es profundamente injusto e inequitativo, y entonces? O quizás sea la independencia económica con la cual no concuerde definitivamente, ahora bien como nación independiente, ¿no tenemos derecho a usufructuar para bien de nuestro propio pueblo los recursos con los que contamos y producimos? O por último, la soberanía política, ¿no es acaso un valor irrenunciable del mundo moderno en cuanto foro internacional exista hoy, traducido como la autodeterminación de los pueblos? A ésta altura creo, que la fuente del odio radica en lo que hemos hecho precisamente de bueno, y no en lo “malo” que seguramente también hicimos. Pero en fin, el odio es una sensación subjetiva y quien lo convalida, inexorablemente lo soporta, y nada uno puede decir, desde afuera, sobre tales aventuradas elecciones.
Déjese de embromar Varguitas, dedíquese a escribir que como político es usted buen escritor. Dije buen escritor y nada más. Desde ya debo confesarle que lo del Nobel lo considero un exceso, de lo que leí de usted me pareció o simpático (La Historia de Mayta), o prolijo en algún sentido (Tía Julia y el escribidor) o bastante y más trabajada (La ciudad y los perros). No mucho más leí. Sin embargo por lo que sé, las obras mencionadas están dentro de lo mejor de su autoría. Si eso es así, déjeme decir que lo de su premio fue una exageración cuando no un desperdicio. Y que se entienda bien, creo que usted es un buen escritor, pero dentro de un montón de buenos escritores. Para nada me parece un escritor universal, de los que abren caminos, de los que marcan rumbos o rompen con estereotipos, creo que el tiempo y la historia pronto lo premiarán con el olvido.
Sí, ciertamente, he notado que en su literatura hay un deseo enorme de provocar, creo que usted es un escritor de la provocación. Necesita golpear al otro para darse entidad. En Mayta intenta provocar a los revolucionarios, en Julia, creo que usted trata de provocar a su propia familia y en la Ciudad, a mi juicio, la mejor de sus obras, al menos de las que he leído, intenta usted provocarse a usted mismo, o al menos a la vida castrense y sus códigos que lo mutiló siendo cadete en su juventud. No en vano, permítame la arriesgada conclusión, termina usted siendo periodista contemporáneo más que escritor, ¡oficio de provocadores profesionales si lo hay!
Así mismo, permítame decirle Varguitas, y parafraseando a uno de nuestros grandes, el peronismo es como la realidad, no sólo es apasionante, es casi incontable (Rodolfo Walsh), por eso no se moleste en provocarnos y disculpe si algún compañero lo putea por ahí, es que a veces somos muy viscerales, usted sabe cómo es esto de la barbarie, pero le aseguro que jamás pasamos de eso. Por lo demás golpee nomás que tenemos historia para aguantar, eso sí, también le advierto, no pretenda que olvidemos. Porque es como decía Marx, el trabajador tiene más necesidad de respeto que de pan, por eso la memoria siempre fue nuestra aliada.
Incontable que hermosa palabra para un escritor. Y nunca mejor dicha respecto del peronismo. Quizás sea efectivamente por eso que los intelectuales de la dependencia nos desprecian. Y si no hay cómo contar, entonces cómo carajo explicarlo. Es un hiato, “es un desaparecido, no está”, diría Videla. Definitivamente, los intelectuales de la dependencia persisten en intentar desaparecernos.
Sin embargo, nada de rencores, vamos señor Varguitas, deje su saco de intelectual antipopular por un rato y véngase para acá, a la tierra del error, hágase peronista por un momento y diviértase con nosotros, levante esos rancios dedos callosos de tinta, póngalos en V, de vida y de victoria. Distiéndase hombre por un rato, después, si así lo quiere, vuelva a sus andadas de cascarrabias, de gorila latinoamericano, de apadrinado por los ingleses, diserte el tiempo que usted guste en el shopping del libro de Buenos Aires, o qué sé yo, haga lo que a usted le venga en ganas después.
Marcelo Gonzalez
Resistencia, 02/03/2011
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