El
silencio es lo que
emerge del abismo indiferente
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La
lectura es lo que emerge de ese sueño indiferente
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como
un profundo y lejano ojo cerrado que no mira
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Como
una textura recóndita que pronto enceguece
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Es
todo un signo imperceptible y pagano que perece
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Es el
sacramento del signo que atrapa y encarcela
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Una
boca abierta mueca fastidiosa que no dice
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Ojo
abierto en la mirilla que recorre las tinieblas
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Y es
un repentino y depuesto día que no aparece
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Un
timón con timonel de inclemencias y temporales
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La
vetusta y tenue hora se vuelve entonces su quimera
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Hasta
que el espacio adquiere por de pronto su sentido
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Y la oscura
rosa
de la mañana solo es su espina
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Y la
propia espina de la noche cambie por su rosa
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Rota
y se agrieta de repente la calle en esa esquina
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Se
reconfigura el mapa en su pretérito artilugio
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cuando
pierde el sentido trascendente de la alborada
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Y es
la senda sólo tinta vegetal hacia la aurora
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cae
tenaz y estridente sobre
el techo en su morada
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Lucero
fugitivo que ilumina el camino exacto
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a
llorar tenazmente sobre la espalda de ese día
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de
las caracolas que escriben sobre la misma tierra
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¡El
silencio sólo escribe sobre
la hoja de la muerte!
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¡La
lectura es el sonido de esos dioses que no duermen!
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