Escribo la palabra Marcelo
y la observo desde un ángulo elevado
por encima de mis hombros
justo a la distancia donde las cosas
parecen ser ya otra cosa
y no la prolongación
de mi brazo que se estira
es cuando el desasosiego
me invade la retina:
¿es mío el nombre que está escrito
en esa distancia repentina?
¿o es el anverso de otro nombre
que sostengo oscuro y que ilumina?
por las dudas lo saludo y me sonrío
no sea cosa que uno deje de ser lo que imagina.
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