Acabo de comprar un libro que lleva por titulo 200 años de Poesía Argentina, editorial Alfaguara (mayo 2010) con selección y prólogo de Jorge Monteleone. Mi intención originaria era hacer un estudio de la evolución de la poesía nacional en este bicentenario de producción literaria. El libro es imponente. Casi mil páginas de autores diversos. Algunos bien conocidos, otros no tanto. Pero no importa eso. No quiero comentar acerca de los presentes, ya ni me interesan sus méritos o des-méritos. Quiero eso sí, remarcar una ausencia imperdonable. La de un poeta que tuve la ocasión de conocer una noche de Córdoba (era en el sindicato de luz y fuerza, donde el hombre bastante ebrio ya, concurrió a recitarnos buena parte de sus poemas gastados). Esa noche me había invitado Gustavo, un viejo amigo, y fuimos sin muchas mas expectativas que la de matar el tiempo muerto de ausencias. Todavía recuerdo la invasión de su voz. El tono. La palabra flotando. Un hombre solo enfrentando a la poesía sobre un inmenso escenario vacío. Miento. No existía ahí el vacío. Ahí estaba don Armando Tejada Gómez, gladiador de palabras, cubriendo el espacio con versos salidos del corazón de los días, ahí radicaba su espesura, su latido, eramos nosotros, nuestro pueblos del interior que hablaban en su canto, esos hombres siempre olvidados de lo cotidianamente, ninguneados permanentemente por las urbes, expulsados siempre. Volvían en el canto locuaz de don Armando y eran transformado en poesía con mayúscula. "Es de andar el país que traigo el rostro/ azotado de polen, azotado/ por un mapa desmedido/ por una enormidad de olvido largo". Resuenan sus tonadas inmortales. No, NO ES JUSTO NI SERIO presentar una antología de la poesía argentina de éstos 200 años sin siquiera mencionar a éste formidable poeta Argentino con más de 16 libros escritos y 11 discos editados entre los que se encuentra nada más ni nada menos que temas como "Hay un niño en la calle" o "Canción con todos" o esa obra monumental que se llama "Canción de las cosas simples". De padre tropero, mendocino de nacimiento, hijo penúltimo de 24 hermanos más, canillita, lustrador de zapatos, albañil, Don Armando es todo eso y algo más, la quintaesencia de la poesía, de la alegría y del verso argentino. Maestro, sepa Ud que hay una antología que lo tiene entre sus principales y más memorables autores, en la lleca, donde todo lo bueno permanece eternamente. Se lo ha ganado Ud y con creces.
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