Una flor
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Un pájaro
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Una tarde
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¡Tremendo aroma el de sus pétalos de nácar!
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¡Tremendo es el trino que brota en la hora!
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¡Tremendo espejismo el de la hora mortecina!
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Crepúsculo oblicuo y vegetal
sobre el silencio de la
tierra
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Hasta el sol ha prendido sus mejores luces
y atento escucha
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Hay un crepúsculo en flor y un pájaro andaluz inesperado
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Encierras el agua y la sed y el hambre y el reflejo
del hombre en su jornada
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Vuelo incierto y sosegado
por el laberinto del
espacio sin época
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Todo está colgado de la tarde como en un lienzo firme
y sin ningún sentido
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Dibujas hacia el fondo raíces invisibles
y trepas
hacia el
cielo cuando se fisura
la luz
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Son figuras tus alas
que se subyugan al aire y lo perforan con aleteos rebeldes
y mansos
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Dibujos y colores y sonidos permanecen impasibles ante el horizonte que lo crea y se alboroza
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Albergas sueños indómitos sobre tus aletas de pendones
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Llevas en ti el corazón que vuela majestuoso sobre
el piélago
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Las ilusiones se acometen unas tras
otras por detrás
de los objetos
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Y eres tan efímera
en la hora que cuando trepas
sobre la vida ya ha envejecido tu anhelo
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Ave jovial que surcas la planicie has de ver en tu
triste recorrido el ojo seco de una lágrima en abril
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Hora mortecina peregrinas tu propia lira entre mis
manos hastiadas de ausencias y de quimeras
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Curvos espejos son tus pétalos/ iris del tiempo/
sobre ellos descansan todos nuestros sueños
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Astuto cuerpo de viento y distancia/ tegumento del
espacio/ sobre vos descansa nuestro
vuelo
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Atardecer
de la vida/ final del tiempo y del
espacio/ por debajo de tu cobija he de ocultar mis propios despojos
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