lunes, 7 de diciembre de 2015

[EL AHORCADO]


Yo pienso que estoy como ahorcado.
Sí, como que cuelgo de mi cuello
y tira la gravedad mis patas
y así, estirado y todo, así miro
el feroz mundo a mi alrededor
que pasa y no cesa de pasar.
¡Nadie mira por éste ahorcado!

Cuando siento que se me acalambran
las pantorrillas pateo el aire
– supe a veces molestar a alguien
que pasaba – y con eso alcanza
para no entumecer mi esqueleto
que yace en soga altivo y colgado.
¡Nadie mira por éste ahorcado!

Cuando hay viento y lluvia es muy difícil,
uno se fluctúa, y gira y gira,
colgado de la soga que gira
y uno es como un lienzo abandonado
o un estandarte desahuciado
dejado en el campo de batalla
colgado y ¡sin que nadie te mire!

También es difícil cuando hay pájaros
que posan verdes en la cabeza,
a picar los ojos o la oreja
y uno sin manos – ya sin fuerzas –
para espantar tanto desconsuelo,
ya he probado con gritar, no sirve.
¡Es que nadie oye a un ahorcado!

O los perros que brincan debajo
de mis pies, para bien destrozarlos
plenos de hambre, también están ellos,
y uno solo patea en el aire
con tal de quitarse esa amenaza
y sacarse de abajo, por caso.
¡Fuera perros, deja al ahorcado!

Un día o noche, con el cansancio
de estar colgado uno se confunde,
soñé que alguien cortaba la soga
que me ata de arriba, y yo caía
sin más a un hondo pozo de tierra
removida que ansioso esperaba.
¡No había más por éste ahorcado!

Viejo como estoy y resignado
cuelgo como si una ropa vieja
de un alambre oxidado, sin dueño,
que alguien lejano se fue olvidando;
y para darme ánimo me digo:
qué importa saber quién me ha colgado 
si es igual a todos: ¡oh, ahorcado!


No hay comentarios:

Publicar un comentario