Blanco. Níveo. Frío.
Tiemblas. Y es una ceniza
helada la que cae en el río.
Recuerdo congelado que se atiza
sobre el rostro sosegado del olvido.
Quieto. Húmedo. Helado
es el calor y la pasión que se han ido
y absolutamente todo yace como acabado
hasta la oblicua paciencia de lo que ha sido.
Transparente. Agua dura.
Aprisionada en la cascada del abismo
se vuelve interminable la noche más oscura
y lo que es líquido se trasluce en espejismo.
Poemas de invierno. Gélidos
versos de antemano que añoran
el gruñido cálido de soplos félidos
que ante la inminencia de la agonía lloran
abundantemente cubos yermos de hielo.
Muelo un grano inusitado de café
y el aroma azabache en la madrugada
– más tu glaciar recuerdo azabache –
me tuesta hasta las tripas. Ay mi amada!
me tuesta hasta las tripas. Ay mi amada!
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