I. La Tierra
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II. El Agua
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III. El Aire
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IV. El Fuego
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Molécula mística, contorsión mineral
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Elemento piadoso y duradero
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Alma de las almas peregrinas
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Explosión milenaria del enojo
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sobre tu polvo se formó el polvo
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gota a gota de sal y de lamento
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soplo a soplo de vientos y de brisas
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metal verde dorado de esmalte rojo
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sobre tu aventura creció la simiente
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sobre tu cuerpo frágil se derrama
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ventisca inusual y repentina
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incandescente ardoroso y flojo
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génesis del barro y del hombre
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la ilusión del vapor y de las nubes
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que beben del recuerdo y la retina
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eres llama que crece a su antojo
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testigo insular de la caída y del derribo
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- desde ahí sueñan todas los signos -
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y mueven las astas que caminan
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por cada ardor que arde con brío
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vientre de la muerte y del olvido
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por volar sin alas
ni tormentos
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hacia el infinito de los tiempos
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ante la fragua de la hora tan oscura
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guardas la memoria en tu cripta oscura
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guardando en lloro cuanto fragmento
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recordando siempre cada momento
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la hora y el tiempo que apresura
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tu sabes de lo que fluye y lo que dura
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de lágrima mojada por el quejido
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en canciones por los cuatro vientos
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la luz permanente ante la locura
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demarcación de lo que fue y perdura
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de las cascadas en pasatiempo
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hasta dejarnos presos y sin aliento
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de la sinrazón muerta en escritura
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Tierra. Tierra. ¡Tú eres la aventura!
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Agua. Agua. ¡Tú eres el alimento!
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Aire. Aire. ¡Tú eres el movimiento!
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Fuego. Fuego. ¡Tú eres la ternura!
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Al poeta Juan Meneguín
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