Obstinadamente un hombre
se para a la vera de un río
encarna su señuelo
y arroja tanto como puede
la línea tiesa que se hunde en el vacío
luego, con paciencia de pez, espera.
De pronto un tirón dos tirones
de la línea al otro lado
como un llamado repentino
el hombre aguarda su momento
hasta que el hilo arrogante
revele la torpeza del pez y su destino
luego, con paciencia de hombre, espera.
Pasa el tiempo pasa el agua
pasan lo peces pasan y todo sigue
hasta que de pronto algo queda
y tira pesadamente del otro lado
el hombre tira y trae decidido
lo que al fin marró y se consigue:
un pez dorado que es un deleite
luego, el pez y el hombre, se encuentran…
¿No es eso mismo la tarea del poeta?
¿pescador paciente de poemas sumergidos
con señuelos encarnados por su ansia quieta?
Ahora bien: ¿cuál sería ahí el poema?
¿el pez dorado que es un deleite?
¿el hombre con su paciencia frente al río?
¿el hilo que dibuja redondeles sobre el agua?
¿o el tiempo de la tarde que a su modo
enfrenta el pez al hombre en desafío?
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