Uno de mis hijos miraba una estrella nocturna con mucha fascinación. Lo hizo hasta que tuve que intervenir con una inoportuna y rancia argumentación: dicen que muchas de las estrellas que observamos todas las noches han desaparecido ya, hace mucho tiempo. Miró con sorpresa y cierto desasosiego un par de minutos. Después solo comentó, ¿Qué cosa, no? Y yo que la creía tan viva. Acto seguido se marchó a su cuarto a dormir. Permanecí inquieto, sabiendo que había hecho un equivocado comentario. Lo asumí ya en ese par de minutos que se tomó para meditar sobre mi aporte. Pensé luego, también mirando la misma estrella, cuáles eran las posibilidades de verdad de lo que yo, inoportunamente, había planteado. Es decir, si yo que existo, la veo, será porque existe. Aunque también se puede plantear de otra manera, si ella, que no existe, se deja ver por mi, es igualmente posible que yo no exista. Hay una tercera posibilidad, si lo que veo es solo el reflejo del pasado, entonces la existencia del presente no es más que la proyección de lo que fuimos. Y una cuarta, si sólo lo que observo en el presente existe, entonces esa estrella que observo, también existe….mejor dejémoslo por acá nomás, me dije, porque lo más probable es que a esa estrella no le importe un carajo lo que yo crea, y me marche a dormir.
MG, Resistencia, verano del 2011
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