Voy muriendo en él
Llevo sus llanuras a cuestas y hondonadas.
Sus rizos de vegetal ingobernable, ni por el viento, ni por el sol, ni la sequía siquiera que gobierna las alturas.
Agonizo.
No hay huellas ya, la tarde cae vertiginosa hacia el olvido.
Arremete el recuerdo tardío de la luna.
Un estertor es mi andar, pero aún no desfallezco.
Me apaña el páramo, la visión desolada de sus curvas y líneas penetrantes como la arenilla del viento alto.
Me abraza el paisaje abrasador.
Lo abrazo.
Hombre y paisaje, fundidos.
Uno.
Infinitamente uno mismo, conciencia del olvido.
Imperfección de lo otro.
Me alejo del paisaje, del mismo modo que el paisaje se aleja de mí, ambos caminamos hacia semejante destino: Él, sus montañas desoladas; yo, mis planicies despobladas.
Avanzo, sigo, camino.
Y es cuando de pronto caigo en el atino: la muerte ya ocurrió en mí, sorda, digna, elemental y definitiva.
MG
Resistencia, 29/11/2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario