Según se
cuenta, hubo un hombre que habló durante mil años y sus días completos, a la
mujer con la que creía soñar, y que al parecer, según también se cuenta, ella nunca respondió.
Quienes lo
vieron con frecuencia sostenían que tal cosa era un absurdo, un despropósito,
cuando no una total pérdida de tiempo.
Solamente en
su agonía, ya presto en su viaje final, alguien quiso hacerlo entrar en razón: “¿has
visto que no hay ninguna mujer escuchándote del otro lado?”.
Entonces,
según se dice, aquel hombre respondió: “es que de tanto pensar y querer las
cosas al fin existen, no afuera, sino aquí, bien adentro. De que no nos hayamos
encontrado es una cosa menor, insignificante. Ella estuvo conmigo, a su modo;
me acompañó, eso es lo que cuenta"
Después, se afirma, aquel hombre murió con una sonrisa llena de compañía.
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