Si de elegir se trata, y me
dan a elegir,
prefiero mil veces tu mano a
la mañana
tu seno palpitante a la
helada montaña
y tu pelvis ardiente a la
densa semana.
Tu hora de baño a mi fatigado
escribir
tu gemir de espasmo al trino
de la ventana
o mi vencimiento sin fe a tu
fe que gana
cuando es tan distante mi
esperanza lejana.
Elijo callado y sin ningún
discutir
tu clara alborada, alma
serena y temprana,
al verbo indefinido de mi
lengua llana
y prefiero tu lengua a mi fe
tan lozana.
Y claramente elijo quedar a
partir
tan lleno de besos y
presencia gitana
elijo tus ojos negros, recta
que hilvana,
mi mejor confusión con la
cruda mañana.
Es que al cabo amor, tan solo
elijo vivir
de la pasión y el fuego a
distancia cercana
para que el ardor sea flama
cotidiana
y no se apague ni extinga de entre las sábanas.
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