La hora de la tarde se puso
inquieta
y soterró su audacia el
firmamento
desgranándose de manera
cierta
la fe ciega en la hora mansa
del tiempo.
Quieto. Quieto el páramo y su
secreto
como está quieto el pájaro
indiscreto
que aguarda sosteniendo que
lo viejo
es signo de su trino tan incierto.
Móvil. Móvil la forma de la
vida
que ha parado de golpe sin
medida
el ritmo de las cosas tan
sentidas
cayendo en el abismo sin
salida.
Y en tardes grises de tantas
ausencias
tu sombra que me asombra sin
medida
como en ésta hora embiste tu
presencia
sombra que tu sombra hila mi
conciencia.
¿De dónde has salido mujer,
de dónde?
¿Qué serán de esos pasos que
se esconden
en mis tarde de huidas y sin
nombres?
¿Cómo serán, desde cuando y
hasta dónde?
Así, eres la propia tarde
inminente
que se abate de repente y
estridente
en la memoria obstinada de
siempre
que tanto me convence y que
me miente.
Amo esta tarde de amor
impensada
quieta, móvil, tan repleta de
nada
donde emergen de letras las
palabras
y tú, amor, que presagias la
mañana.
La hora de la tarde ya no
está quieta
si es que busco en tu cuerpo
la respuesta
que la hora gris nunca da y
nunca acierta,
más tu cuerpo, ¡ay tu cuerpo cuanto aprieta!
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