Y un día llegó con sus ojos canela
y entendí que la suerte era eso:
una mirada inesperada del destino
una mirada inesperada del destino
entre tus ojos y mi deseo.
Allí yo, ser finito y subjetivo,
frente a esos ojos canela
que se me posaron intempestivos
en su vuelo. ¡Tan sólo es el azar!, pensé.
¿Cuántos infinitos sucesos acaecieron
como preludio de tus ojos canela?
¿Cuánta agua, cuánto río, cuánto vuelo?
¡Cuántos dados rodando en el misterio!
Después te fuiste como si nada
y sentí como que el universo todo
había errado. Otra vez yo, ser de despedidas,
tan iluso de azares confundidos.
La suerte es al cabo eso, me dije, tus ojos canela
y la dicha de mi memoria indulgente
que sabiendo que tan solo girabas para otros misterios,
yo aquí te escribo con idéntica
suerte, no obstante.
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