Hace casi un mes, quien viviere,
al despertar, resultó que ya no tenía
un dedo de mi mano desde ese día.
“¡Sí me quiere!”
Otra vez, pasó que al despertar,
ya no tenía dibujado desde ese día
la forma en
que el ombligo viene a dar.
“¡No me quiere!”
Otra más, apenas al me avivar,
resultó que ya no tenía una oreja
desde ese día, con que escuchar.
“¡Sí me quiere!”
Y así otro más, al despabilar,
ya no tenía un brazo entero
con qué abrazar, y así sería.
“¡No me quiere!”
Más siguió otra vez que al despertar
ya no tuve una pierna entera
con que correr, ni que volver.
“¡Sí me quiere!”
Y otro más, descubrir que al levantar
ya no tenía desde ese día, nariz
con que olfatear su aroma tan feliz.
“¡No
me quiere!”
Cuando creí que todo estaba a acabar
fue que desperté sin un ojo
y pude ver, la fiesta que apena de los cojos.
“¡Sí me quiere!”
Otra vez más, girones por el camino,
al despertar me descubrí sin mi boca
con que besar, ¿con qué besar examino?
“¡No me quiere!”
Y otra más, ¡cuánta pena!, al levantar
perdí mi acometida de entrepierna,
ya no habrá más quien nunca más se duerma.
“¡Sí me quiere!”
Y ya próximo al final, me levanté
descubriéndome sin piernas,
sin brazos, sin abrazos, ¿a dónde iré?
“¡No me quiere!”
Ahora, en el
final, quién se expone
de ustedes a decidir, ¿cuántos pétalos supones
que quedarán por arrancar, si mi cuerpo
ya ha dejado de tener
con qué existir?
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