Se dice, aunque siempre exageran con estas cosas, que hubo un hombre en esas tierras al que llamaban Rudra. La particularidad conocida en la vida de Rudra es que se empeñaba en hacer un inventario de cada una de las cosas que aún no poseían nombre, siendo la obsesión de su vida adjudicarles un término con su definición precisa, definitiva y categórica. Quería con ello editar el Primer Diccionario de Vocablos para las cosas Innombradas, ardua tarea e ingrata, extremadamente ingrata, ya que al propio momento de su edición, todo su esfuerzo se extinguiría y el propio título de su obra, resultaría en un contrasentido imposible de resolver. Sin embargo ese fue su empeño.
Una vez muerto, alguien halló sus anotaciones gastadas, corregidas y voluminosas, ya que Rudra había logrado sistematizar más de mil doscientos tres vocablos de cosas hasta entonces innombradas. Eso según se dice. A estos días sólo llegaron unos trescientos vocablos escasamente definidos, algunos de ellos son los que siguen:
Ambirno: primera hora de luz cálida del 5 de enero del año 19…
Blutozo: gesto impreciso realizado con los labios ante el recuerdo intenso de algo muy amado
Clézimano: dícese de lo perteneciente a Clézimar; Clézimar, acción o efecto que produce el viento luego de treinta años contra las rocas
Dragnoctar: insomnio repentino seguido de extremada somnolencia
Enrochar: lo contrario de cubrirse de ronchas
Facalirio: luz tenue de otoño al atardecer ingresando por una ventana
Galoriano: proveniente de galoria; galoria, estado a partir del cual uno entiende claramente su destino inminente
Huzomio: momento intermedio entre la vigilia y los sueños, donde las cosas reales parecen todavía oníricas y las oníricas todavía más alucinadas.
Y así siguen, ordenados alfabéticamente, los insólitos vocablos uno tras otro. Pienso, ¿cómo habrá nombrado Rudra al último momento, instante justo donde la vida cede definitivamente a la muerte? Concluyo: quizás la naturaleza de dicho instante, así como la propia vida, tenga el mismo sentido de su inédito diccionario: al propio momento de su edición, todo su esfuerzo se extingue y el propio título de su obra, resulta un contrasentido imposible de resolver.
MG, Resistencia, verano del 2011
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