jueves, 18 de agosto de 2011

CRÓNICA DE UN SALUDO PÓSTUMO

(Nota: el siguiente texto, que creí perdido, fue escrito con motivo del fallecimiento del compañero Scarpati. Ahora, al cumplirse un nuevo aniversario de ese acontecimiento, me parece oportuno subirlo a este blog. Agradezco al compañero Osvaldo Luis Abollo -el Gringo- por preservarlo) 

Lo velamos un 17 de agosto, como a San Martín. Cientos de compañeros pasaron ordenados por el féretro rodeado de coronas y símbolos peronistas. Había mucha tristeza, pero fue un velorio distinto. A la muerte le opusimos la mística propia de los revolucionarios que él nos enseñó a ser, a creer, a confiar. Fue un velorio con honores. Estábamos despidiendo a un Comandante Revolucionario Peronista, había cierto orgullo en el ambiente, cierto pecho henchido, una dignidad que venía de su memoria: habíamos sido militantes bajo sus órdenes (algunos de nosotros compartimos más de 20 años de historia, propia, del país y del mundo, a su lado), y eso era motivo real de orgullo. Fue nuestro jefe. Será nuestro abanderado... Pasaban los compañeros ordenados a su lado, dejaban contra su cuerpo blanco y en paz, una foto de Evita, estrellas federales, monedas con emblemas peronistas, claveles, nomeolvides, caramelos, cartas para que las lea en la tranquilidad del infinito, saludos y hasta estuvo la bala que el enemigo uso para perforarlo, cuando todavía tenían la ilusión de matarlo; ¡pobres y torpes aquellos que siguen creyendo que todas las vidas se matan con balas! No señor, lo mató el cáncer, como a Evita. El mismo enemigo, la misma fortaleza, igual inquebrantable destino. Durante veinticuatro horas estuvimos a su lado, la Mesa Nacional (su guardia pretoriana), los compañeros de las unidades básicas que pudieron llegar del cono urbano, de Córdoba, de Rosario, de Entre Ríos, de Tucumán, de Chaco, de Corrientes. Mientras recibíamos cientos de comunicados de Formosa, de Salta, de Jujuy, de Santiago del Estero, de San Luis, de Misiones. Todos querían estar a su lado, y como sea. También estuvieron sus hijos, amados como solo un revolucionario sabe y puede amar, con entrega, con renunciamiento, con inconmensurable ternura. 

Amaneció el 18 y teníamos que enfilar hacia el cementerio. Era hora de llevarlo en andas. La columna se armó con la misma prolijidad con la que él nos enseñó, la misma que había adquirido en los tiempos donde ser peronista era un delito, donde había que ser eficiente, efectivo, contundente. Así lo hicimos. Marchaba inicialmente el féretro. Más atrás la bandera que nos identificó en tantas batallas, luego la percusión, rítmica, bullanguera, llena de contagiosa mística, el carro de sonido, y seguidamente las columnas de compañeros cantando, marchando, flameando, banderas llenas de colorido y de esperanza. Ahí nomás estaba el cementerio, pero el de los muertos muertos; no el de éste inmenso muerto que entraba vivo en cada flameadora, en cada repique de bombo peronista, en cada ojo rojo de emoción, en cada canto y garganta y moco infame. Cacho vivía en cada compañero. Y estábamos ahí. Confesamos que fuimos parte de ese entierro memorable, día en que los muertos no descansaron en paz, que canturrearon las consignas y se agitaron en sus templos perennes y definitivos, y hasta hubo quienes -se vio claramente- levantaron sus falanges carcomidas o roídas. Huesos imprecisos en V de victoria, de vida, de VOLVEREMOS CARAJO. Más tarde paso el himno, las palabras de los compañeros quebrados en la emoción y la Marcha. Después llovieron los puñados de tierra sobre el cajón cerrado. Y el sepulturero anónimo ahogó la distancia con paladas firmes, trozos de tierra removida sellaron la despedida.

Era mediodía cuando nos tocó irnos. No íbamos tristes, tampoco alegres, quizás estábamos tranquilos. Es que sabemos, siempre lo supimos, que el Comandante Scarpati vivirá en nosotros, en nuestra memoria, en nuestra práctica militante y en SU ORGANIZACION, de ahí compañero, no te sacará nadie ni siquiera la muerte puta que nos persigue desde hace siglos. 


Marcelo González
19 de agosto de 2008

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LIBROS PARA RECOMENDAR

NUEVO LIBRO

- Que difícil se hace recomendar un libro que todavía se esta digiriendo. Sin embargo tengo la certeza de que es una obra para recomendar. Se trata de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Haruki Murakami. ¿Por qué es recomendable una novela de un poco mas de 900 páginas?. Porque se trata de universo intenso que penetra y marca (como una mancha en el rostro) al ávido lector que se ve envuelto en un clima tan irreal como real, tan ficticio como probable. Cada uno de los personajes de la obra, desde una personalidad maciza y contundente nos increpa sobre nuestra propia realidad. Mucho de sus pasajes me hicieron recordar el "clima kafkiano" de lo absurdo, de lo inexplicable. Sin embargo la obra de Murakami es todavía más inescrutable. Es un laberinto de sentidos dispares, y callejones que al poco de andar no te llevan a ninguna parte. Pero te dejan aturdido. Como si el fin del camino consisitó en darte un narizaso contra una pared transparente que te cortó, repentinamente el paso. Vale la pena. Y ni siquiera interesa la historia. Entre otras cosas, nunca he leído un argumento tan sofisticado y tan contundente respecto del "deseo femenino" como en la carta que Kumiko le escribe a su esposo, Tooru Okada, donde intenta explicar el motivo de su infidelidad. Solo después de leer esas líneas uno cree comprender un poco más acerca de lo que significa "ser una mujer". Sin embargo, no es una novela emocional, no hay reproches, ni culpas, ni broncas, ni alegrías desmedidas. Todo trasciende como si se tratara de un gigantesco engranaje al que alguien, cada tanto, da cuerdas para que no termine... hasta el final.

Marcelo Gonzalez


- Una madre habla durante mas de doscientas páginas a su hijo muerto. ¿Se puede hacer una novela con ese único material?. Sí, claro que sí. "Mrs Caldwell habla con su hijo" de Camilo José Cela, es una narración impresionante. Una verdadera aventura acerca de la psicología del dolor, la angustia, el abandono y la pérdida definitiva. Y un andar, capítulo tras capítulo hacia la locura y la muerte. Seguramente no es un texto destinado a perdurar en la memoria de los hombres, ni a convertirse en el más buscado o leído de los libros. Pero cada una de las cartas que Mrs Caldwell escribió a Eliacim, su hijo muerto, es un verdadero experimento literario, donde la poesía, la prosa exquisita y la psicología profunda se anudan constituyendo una realidad (la única verdad) de una mujer desesperada que busca en el texto el sentido de lo inexplicable. A mi amigos teatreros les sugiero para un excelente monólogo. A mis amigos literatos, imperdible. Ediciones Destino, Barcelona 2003.-

Marcelo González


- Pocos querran discutir, pudiendo o no coincidir conmigo, que fue Edgar Allan Poe el más prominente escritor que dio las tierras lejanas del norte imperial. Y lo digo sin ser un experto en literatura norteamericana ni mucho menos. Sin embargo, hoy quiero referirme a un ensayo, que tuve oportunidad de leer recientemente y que me parece debe ser recomendado en este espacio, sobre todo para aquellos escritores con ganas de escribir mejor, de poseer un método y escapar así a la ilusión de la "creación espontánea", que no es otra cosa que la negación del arte como una actividad laboral. El arte, y la escritura, es un trabajo. La faena del artista es del mismo nivel que la del albañil, el carpintero, un chofer de colectivos o el bibliotecario...
La obra se denomina Filosofía de la composición, y lo que se persigue en ella es la sistematización de un método para escribir. El libro es muy interesante porque la propuesta básicamente es que el plan del relato debe tener, como principio, su fin. A partir de este principio la obra artística pasa a ser un plan deliberado y lógico, que es concebido desde su desenlace y desde los efectos (respuesta emocional) que el autor pretende lograr en el lector. Aquí el fin justifica plenamente los medios. Poe prosigue luego con el desarrollo de diferentes conceptos que sirven como herramientas importantes a tener en cuenta por aquellos que quieren emprender la aventura de una obra (utilización del tiempo y la duración del relato, el tono, el efecto y un elemento "clave" o eje de la narración). Se los recomiendo, es un aporte valioso.

Marcelo González