Hace mucho tiempo que vivo en
éste pozo
y vivo porque elijo vivir en éste
pozo
es hondo, húmedo, oscuro, íntimo
desde aquí, desde éste pozo, íntimamente
escribo.
Desde aquí, desde éste pozo,
los días
son muy cortos y fugaces
y a fuerza de otras lumbres
logro ver un poco más en mi
propia oscuridad.
Y en verdad no me quejo, es
muy confortable
éste pozo donde desde hace
tiempo vivo
con días tan estrechos y
noches tan extensas
en el que prolongadamente existo
pensativo.
Yo pude haber salido si quería
al poco tiempo de estar en él
por rebeldía
o me pude haber resistido por
cualquier otro motivo
si quería, pero yo elegí estar
aquí y no quería.
Una vez al día me alcanzan
agua y comida,
al principio yo sabía quien
lo hacía, hoy ya no,
una vez al día puntualmente
tengo agua y comida
que desciende hasta donde aquí
que vivo yo.
¿De quién serán esas manos
que me asisten
día tras día, todavía, y no
se olvida, y no se olvida?
¿Será eso el amor verdadero, o
será la paciencia
de algún carcelero, o de algún
devoto sepulturero?
Lo que sea, día tras día, sin
faltar me traen agua y comida,
por lo demás tengo todo. Una
mesa para escribir
un espejo para mirar (¡he
visto tantas cosas en ese espejo!)
y una cama para descansar en ésta
honda vida.
Sin embargo, debo confesar,
que hay días inusuales
en que me agobia la soledad y
el desconsuelo,
esos días crueles son fatales
y se hacen interminables
por suerte son los menos, de
todos mis días, los menos habituales.
El resto de mi tiempo es
pausado, estable, invariante
no veo las estrellas, ni la
luna, ni el sol, ni la lluvia
yo digo que por eso las cosas
no varían y son como estáticas
¡y cada momento se parece
tanto al siguiente instante!
Sonidos tampoco escucho. O sea
sí, cada tanto algo suena
pero es tan lejano, distante
y desconocido
que parece no existir más allá
del pozo donde existo
y hasta desconozco mi nombre
cuando desde arriba alguien llama.
Por eso es que no contesto. No
es que me esconda
ni nada de eso. Yo sé que
desde lo alto no se me puede ver
por lo cual estoy a salvo. Ni
escuchar, por lo cual sigo a salvo,
y así sigo porque elijo en ésta
vida tan onda.
Y sí, ¡he visto tantas cosas
sobre ese espejo roído!
Mi rostro secarse rápidamente
con el paso del tiempo
y mis huesos sobresalir del
fondo de mi cuerpo
una nariz inmensa sobre un pómulo
tupido
Y ojos tan vacío, sin miradas
ni memorias
sin amargura ni hastío, sin
dentadura ni frío
y un cabello que creció en
demasía
y un gesto vago sin congojas
ni euforias
¡He visto tantas cosas sobre
ese espejo, que casi lo he visto todo!
Por eso no creo, que aunque
quiera, me dejen salir de éste pozo
¿a qué me van a rescatar? Aunque
me pregunto, ¿qué irán a hacer
con mis despojos cuando yo
decida irme de cualquier modo?
Por lo pronto me gana el
ansia y escribo
y estoy casi como feliz donde
vivo
donde nada me falta y escribo
vivo y escribo, aquí, en éste pozo que vivo.
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