viernes, 24 de junio de 2016

[CELEBRACIÓN DEL POZO DONDE VIVO Y ESCRIBO]



Hace mucho tiempo que vivo en éste pozo
y vivo porque elijo vivir en éste pozo
es hondo, húmedo, oscuro, íntimo
desde aquí, desde éste pozo, íntimamente escribo.

Desde aquí, desde éste pozo, los días
son muy cortos y fugaces
y a fuerza de otras lumbres
logro ver un poco más en mi propia oscuridad.
   
Y en verdad no me quejo, es muy confortable
éste pozo donde desde hace tiempo vivo
con días tan estrechos y noches tan extensas
en el que prolongadamente existo pensativo.

Yo pude haber salido si quería
al poco tiempo de estar en él por rebeldía
o me pude haber resistido por cualquier otro motivo
si quería, pero yo elegí estar aquí y no quería.   

Una vez al día me alcanzan agua y comida,
al principio yo sabía quien lo hacía, hoy ya no,
una vez al día puntualmente tengo agua y comida
que desciende hasta donde aquí que vivo yo.

¿De quién serán esas manos que me asisten
día tras día, todavía, y no se olvida, y no se olvida?
¿Será eso el amor verdadero, o será la paciencia
de algún carcelero, o de algún devoto sepulturero?

Lo que sea, día tras día, sin faltar me traen agua y comida,
por lo demás tengo todo. Una mesa para escribir
un espejo para mirar (¡he visto tantas cosas en ese espejo!)
y una cama para descansar en ésta honda vida.

Sin embargo, debo confesar, que hay días inusuales
en que me agobia la soledad y el desconsuelo,
esos días crueles son fatales y se hacen interminables
por suerte son los menos, de todos mis días, los menos habituales.

El resto de mi tiempo es pausado, estable, invariante
no veo las estrellas, ni la luna, ni el sol, ni la lluvia
yo digo que por eso las cosas no varían y son como estáticas
¡y cada momento se parece tanto al siguiente instante!

Sonidos tampoco escucho. O sea sí, cada tanto algo suena
pero es tan lejano, distante y desconocido
que parece no existir más allá del pozo donde existo
y hasta desconozco mi nombre cuando desde arriba alguien llama.

Por eso es que no contesto. No es que me esconda
ni nada de eso. Yo sé que desde lo alto no se me puede ver
por lo cual estoy a salvo. Ni escuchar, por lo cual sigo a salvo,
y así sigo porque elijo en ésta vida tan onda.

Y sí, ¡he visto tantas cosas sobre ese espejo roído!
Mi rostro secarse rápidamente con el paso del tiempo
y mis huesos sobresalir del fondo de mi cuerpo
una nariz inmensa sobre un pómulo tupido

Y ojos tan vacío, sin miradas ni memorias
sin amargura ni hastío, sin dentadura ni frío
y un cabello que creció en demasía
y un gesto vago sin congojas ni euforias

¡He visto tantas cosas sobre ese espejo, que casi lo he visto todo!
Por eso no creo, que aunque quiera, me dejen salir de éste pozo
¿a qué me van a rescatar? Aunque me pregunto, ¿qué irán a hacer
con mis despojos cuando yo decida irme de cualquier modo?

Por lo pronto me gana el ansia y escribo
y estoy casi como feliz donde vivo
donde nada me falta y escribo
vivo y escribo, aquí, en éste pozo que vivo.

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Marcelo González


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Marcelo González