Sí, justo anoche me acosté con la poesía
y estaba como tan… apenada, yo diría.
Es pena de cosa tan pasada, tan antigua,
que la propia dicha es una traza muy ambigua,
es que extraña de su música la melodía
cuando ambas eran una en aquellos buenos días
y lira no era lira sino un ábaco diestro
con tenaces cuerdas que blandían lo siniestro
y era libre por el viento y del olvido, libre
como el aroma de la maleza o el jengibre.
Extraña la poesía el sonido y la lira
y por ella y para ella hace tanto que suspira
y presa se siente del papel en el que yace
presa y atiborrada de memoria, eso dice,
y repleta de recuerdos blancos sin sonidos
bate sus alas blancas en vuelos abatidos.
Sufre la poesía la ausencia de la música
y sufre una pretérita soledad tan única
que es capaz de un poema vacío de sus versos,
de amor o deseos que se arrojan tan perversos
o de hacer como si canta sin ningún sonido
haciendo como que si hace sin ningún sentido.
Sí, justo anoche me acosté con la poesía
y estaba como tan…
apenada, yo diría.
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