Mi padre tiene más
de ochenta años y se está muriendo. Posiblemente no lo haga ni mañana, ni el
mes que viene, ni siquiera el año próximo. Pero se está muriendo.
Su enfermedad, que
no viene al caso, es de una crueldad increíble, y uno se pregunta tantísimas
cosas. Porque ese es el punto duro que desborda y quebranta: el modo. Por lo
demás, si se quiere, todos nos estamos muriendo, pero al menos conservamos
cierta dignidad vital que, también si se quiere, nos consuela.
Mi padre ha sido y
es un tipo sencillo, implacablemente humilde, generoso, y no es que lo diga
solamente yo; no, son los demás lo que lo reconocen como tal. Muchas veces
pensé cuál es la cualidad que puedo resaltar de su vida. Y me cuesta definir
alguna que sea rimbombante. Por el contrario, durante toda su vida ha sido un
tipo común, que, por ejemplo, no tomaba ni fumaba, mientras tantos otros,
hombres exitosos, lo hacían a granel.
Hombre apegado a
su casa, generalmente de pocas palabras. Lleno de silencios y de prejuicios,
tantos como en la época donde creció, los había. Su fe es medida, al
igual que sus bigotes. Y el horario de dormir, religiosamente, diez de la
noche, como ya muy tarde. Por la mañana, bien temprano, tenía, porque cada vez
tiene menos, un ansia enorme por calentar su pava de agua para preparar un
humeante mate amargo, que es la manera en que mucha gente de por aquí, aún hoy,
confirma que está vivo, y que aún vale la pena. Y entre sorbo y sorbo, estoy
seguro, mi padre hizo una vida vulgar, es decir, nos hizo.
También estoy
seguro de que nada, o quizás demasiadas pocas cosas, en su existencia hayan
sido, exuberantes o prodigiosas, por el contrario, como ya he dicho, todo a
sido raso, franco y necesario.
Ese es y ha sido
mi padre.
Ahora me toca acompañarlo en una hora muy difícil, pero sucede algo muy extraño, una metamorfosis que nunca estuvo en mis planes; veo día a día nítidamente y con mucha claridad, cómo desde su cama y postrado, se va convirtiendo en gigante.
Ahora me toca acompañarlo en una hora muy difícil, pero sucede algo muy extraño, una metamorfosis que nunca estuvo en mis planes; veo día a día nítidamente y con mucha claridad, cómo desde su cama y postrado, se va convirtiendo en gigante.
(A mi padre, Resistencia 2015)
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