Hace algún tiempo
un buen amigo, Ivan Nuñez, me preguntaba, de poder elegir ¿qué poema me hubiera
gustado escribir?
¿Tiene que ser
uno?, pregunté. Si, el poema que más te hubiera gustado escribir, me dijo, muy
entusiasmado con el desafío.
Se me cayó la
biblioteca encima. Volaron versos, estrofas, obras completas, autores diversos.
La tarea era sumamente difícil. Sobre todo porque cuesta definir un parámetro
que nos contenga definitivamente. Recuerdo que ese día conteste algo así como
el que me hubiera gustado escribir es el que todavía ando buscando, el que
todavía no lo he escrito. Una avivada de mi parte, como para salir del paso.
Iván insistió y me dejó como tarea elegir de los que había leído aquel que me
hubiera gustado escribir. Todo un amigo Ivan!
Esto habrá sido
por el mes de marzo más o menos. Ahora es agosto y recién creo haber encontrado una
respuesta a esa inquietud.
Curiosamente el
que elijo no es un poema escrito originalmente en mi idioma, con lo cual ya es
todo un problema, pero no obstante, desde que lo leí, y eso es aproximadamente
hace diez años, no ha dejado de dar vueltas por mi cabeza y creo que me ha
mostrado un camino que yo mismo buscaba, el de una mirada aguda, tierna y
desafiante, que sorprenda al lector a partir de sutiles y sensibles imágenes
que van generando en versos sencillos, sorpresa y devoción, sobre todo al
hablarnos de los grandes temas humanos, la vida y la muerte, la pasión y el
desconsuelo, la desazón y la esperanza... Buena parte de lo que persigo con mi
propia poesía es eso mismo. Solamente ruego, poder descifrar en algún poema,
aquello que me fue escrito por alguien dentro de un pez para mí.
GRAN MURALLA
Verde, verde hierba de la ribera.
Madejas de añoranza por el camino lejano,
el largo camino que no tolero añorar.
Por la noche en mi cama lo veo en sueños,
sueño que lo veo a mi lado.
Bruscamente despierto en otra aldea,
otra aldea, los dos en sitios distantes.
Me agito y me doy vuelta, y ya no lo veo.
Las moreras marchitas conocen el viento de
[los cielos,
las aguas del océano conocen el frío de los cielos.
Entro en la casa, todos están ensimismados.
¿Quién quiere hablar por mí?
Un viajero llegó desde muy lejos
y me trajo una carpa enorme.
Llamo a mis hijos y cocino la carpa.
En su interior hay una carta de seda blanca.
Me arrodillo y la leo.
¿Qué dice la carta de seda blanca?
Arriba está escrito: "Trata de comer!"
Abajo dice: "¡Siempre te amaré!"
Ts'ai Yung ( 131-192)
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