Cuanta razón hay
en el viento que se mece
si hasta parce decirme
¡vete, vete, anda!
Es que el día
fue amaneciendo
tan cansado de nubes grises
y se pobló el aire
de quejidos y de matices,
así el día fue amaneciendo…
Y no resulta nueva
esta vejez del nuevo día
y es pretérito el soplo de
ese viento
que circula y se agita
acompañando a lo que siento,
no, no resulta nueva esta vejez
del nuevo día…
La hora trepida en su segundo
y son estallidos tan nítidos
y fugaces
que hace pensar al señor de
las horas
que es tiempo, ya es el
tiempo,
entonces ¿por qué lloras?
Sí, son estallidos tan nítidos
y fugaces…
La cama es un sarcófago
repleto de sábanas que no amanecen
por la ausencia de la tibia
mujer que ya se ha ido
ahora solo, escuchando el
soplo detrás de la ventana
caigo en la cuenta: no fue,
no será ni nunca a sido,
en el sarcófago repleto de sábanas
que no amanecen …
Cuanta razón hay
en el viento que se mece
si hasta parce decirme
¡vete, vete, anda!
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